La Guerra de Alan

Ponent Mon pone a nuestra disposición una historia real dibujada por Emmanuel Guibert.

La búsqueda de todo creador, y es algo que comparten todas las disciplinas artísticas, es dejar huella, que las generaciones venideras estudien tus trabajos, ser un ejemplo… Esto suele someter al creador a un brainstorming en el que, como máxima ambición, se desea innovar. Claro, haciendo algo que nadie haya hecho se nos debe recordar, seremos inventores, habremos creado en el sentido más divino de la palabra. Sin embargo la mayoría se ahogan en su propia ambición; es lógico, si cada artista consiguiese una innovación real (no vale unir varias ya existentes como es costumbre) nos sentiríamos abrumados sin remedio. No obstante, ¿es realmente necesario contar algo nuevo, o de una manera nunca antes utilizada para marcar huella? Definitivamente no. Ahora lo sé, y es gracias a este cómic.

Autor

El francés Emmanuel Guibert nació en 1964, en un acomodado entorno burgués. Comenzó a dibujar desde muy pequeño (una de las primeras palabras que pronunció fue “crayon”, lápiz) y entró en el colegio sabiendo dibujar objetos con profundidad, volumen, perspectiva… A los 5-6 años le compraron su primer caballete, y comenzó a dibujar las historias que le contaban sus padres y abuelos sobre sus vidas. Perfeccionaba sus dibujos imitando otros famosos, como por ejemplo Lucky Luke. Profesionalmente comenzó realizando storyboards de películas y videoclips, lo que explica cómo desarrolló su característico estilo. Debutó en 1992 con el cómic “Brune” (que trataba de la ascensión del fascismo alemán en los años 30). Atraído por los cómics, fue en la revista Lapin donde publicó sus primeras viñetas de “La Guerre d’Alan”, que muestra los recuerdos de guerra de su amigo, y en este caso co-autor Alan Ingram Cope (California, 1925-1999), que sirvió a la armada americana durante la Segunda Guerra Mundial y que más tarde se retiró a Francia (creo que este último dato se obvia en la introducción del cómic). Éste le contaba con detalle las escenas vividas para que Emmanuel las dibujara fielmente, pero cuando el autor no lograba representar algo a la perfección, Alan le daba total libertad a Emmanuel para dibujarlo a su manera.
Por otro lado, en el 2000 se encargó de los textos de “Les sardines de l’espace”, historias para niños de Joann Sfar (con quien ya realizó en 1997 “La hija del profesor”, publicada en España). En 2001 y también junto a Sfar realizó “Les olives noires” (“Las olivas negras”), una serie sobre un joven judío en Jerusalén en tiempos de Jesucristo. 2002 es el año en el que contó con ternura y humor el pequeño mundo de la niñez a través de las aventuras de “Ariol”. El año pasado publicó “Voyages en Afghanistan” y “Le photographe”, mezcla entre la fotografía y el dibujo que cuenta la misión de médicos sin fronteras en plena guerra entre soviéticos y afganos. Como último detalle, destacar que Guibert declara admirar y sentirse inspirado por el autor americano Will Eisner.

El Comic

El dibujo y el tempo se adecuan en todo momento a la verdadera protagonista de la historia, la narración. Por eso no es extraño pasar de ilustraciones prácticamente icónicas (no por ello menos efectivas) a representaciones casi fotográficas de los hechos, todo con un preciso y a veces minimalista uso de fondos, luces y tonos. Su manera de representar una historia bélica no es muy tradicional, ya que trata de hacer disfrutar al lector con un dibujo de aires familiares, utilizando el color sepia y una apariencia granulada que recuerdan los documentos de esa época y fotografías antiguas. Juega igualmente con el tiempo, otorgándole relevancia según el tamaño de la viñeta (y otros recursos que ya nos desveló Scott McCloud en sus libros)… toda una lección de narrativa. A decir verdad, se nota el pasado del autor como dibujante de storyboards, porque todo fluye con un ambiente definitivamente cinematográfico. A ello contribuye el hecho de utilizar principalmente cartuchos (dejando los bocadillos como apoyo), donde asistimos a la narración del propio Alan Cope que, gracias a la amistad que trabó con Guibert en los últimos años de su vida, quedó registrada en numerosas cintas de casete, en el jardín de su retiro francés. La historia que ocupa este primer número se centra en la instrucción de Cope, desde que se enroló (en el 43) hasta que, en su 20 cumpleaños, viaje por primera vez al frente. Esos dos años de su vida dan para infinidad de anécdotas, relacionadas o no con la guerra, y a no menos personajes, carismáticos compañeros de “mili” del protagonista.

La Edición

Ponent Mon, editorial independiente nacida el pasado año, continúa con éxito su objetivo de presentar al público español las nuevas tendencias gráficas e historietísticas del mercado, prestando una especial atención a lo que se ha denominado internacionalmente como “Nouvelle Manga”, y dando a conocer a sus más prestigiosos representantes independientemente de su nacionalidad. A pesar de no ser ni de lejos tan “grande” como otras editoriales (dudo que lo pretendan), no por ello descuidan sus ediciones. En este caso nos encontramos ante un ejemplar con lomo, tapa blanda con solapas y 88 páginas, más o menos a lo que nos tienen acostumbrados para la línea Nouvelle Manga (“Monokuro Kinderbook” y similares). Las dos únicas posibles pegas son su precio (12,50 euros no dejan de ser más de dos mil pesetas, y recordemos que esto no es un número único) y la rotulación, que es impecable pero sustituye a la original, de un acertado aspecto caligráfico. Todo lo demás, traducción incluida, está tan cuidado como de costumbre.

Conclusión

Tanto si estás interesado como si no en la II Guerra Mundial, echarle al menos un vistazo a este cómic es poco menos que obligatorio. Darle un mínima oportunidad, y os asombraréis de cómo es imposible dejarlo hasta la última página (tras la que, seguramente, os quedéis con ganas de más). Pienso que su grandeza radica en su absoluta falta de pretensiones aleccionadoras sobre la guerra o temas más profundos (lo cual no significa que no lo haga); su objetivo es tan aparentemente sencillo como narrar unos hechos, tal y como nos lo contaría nuestro abuelo. De hecho, yo mismo me he sorprendido contando a otras personas la historia de Alan I. Cope como si lo hubiese conocido. Eso debe ser que el cómic está bien hecho.
Me gustaría dejaros con una reflexión del dibujante para quienes todavía piensen que la historia no les interesa: “La guerra nunca anda lejos de uno”. Ahí queda eso.

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